Todavía me acuerdo de cuando nuestra madre nos cortaba el pelo a mi hermano y a mí y nunca nos lo dejaba como nos gustaba.
Así que un día que había salido pronto de la universidad, le propuse algo. ¿Y si probaba yo mismo a hacerlo con él? Y como siempre se ha prestado a ser mi conejillo de indias, me dijo que sí.
En un principio, me limitaba a cortarle el pelo de una manera muy sencilla. Pero con el tiempo comenzamos a probar y experimentar. Me apasionaban todas las oportunidades que tenía ante mí.
Degradados, diferentes estilos, tratar de imitar a quienes veíamos por la televisión…
Y el resultado era tan bueno, que mi hermano comenzó a invitar a sus amigos y así empecé a ganarme mis primeros euros con todo lo de cortar el pelo. Al principio era poco, porque estaba aprendiendo, hasta que llegó el día en el que ya me sentía un profesional y me atreví a dar el salto de marcharme a Liverpool.